sábado, 17 de septiembre de 2016

Los maestros sabemos lo que puede una palabra



Bullrich y su "nueva campaña al desierto"
"Los maestros sabemos lo que puede una palabra"
Por Javier Trímboli *
A veces las palabras crean a las cosas que pretenden tan sólo nombrar. El desierto nunca fue tal para los indios y para los gauchos que lo sabían recorrer con el conocimiento y el amor que se transita la tierra que es el propio hogar. La palabra desierto fue una palabra política, que se creyó civilizatoria y produjo un acontecimiento flagrante de verdadera barbarie: la muerte de miles de humanos, la desintegración de las tribus –así como se ha dicho que la montonera era el sindicato del gaucho, ¿no se puede decir lo mismo de la tribu respecto del indio?-, la conversión de otros miles en manos de obra poco menos que esclava, sometida a condiciones de trabajo oprobiosas y a la humillación en ingenios, obrajes o en casas de familias acomodadas. La palabra desierto produjo al desierto, al vacío que permitió la apropiación en muy pocas manos, las de las familias más poderosas de la Argentina, de tierras sin límites para la explotación capitalista. Primero con la palabra, que también es un arma; después con los Remingtons.
La última dictadura hizo de la celebración de la conquista del desierto uno de sus anclajes históricos más precisos y rotundos. Por esos días inhóspitos del año 1979 –particularmente en el mes de junio- se convocaba a seguir su ejemplo y emprender nuevas campañas del desierto. Y mientras tanto un nuevo exterminio se producía.
Decir desierto en el año 2016, más aún “campaña del desierto”, es desconocer el dolor de miles, la mutilación quizás fundante de nuestra sociedad, inaugural para su momento de sólido dominio oligárquico. Es también despreciar lo que efectivamente existe, las formas que ha encontrado nuestra sociedad de reparar sus heridas luego de largos períodos de postergaciones y exclusiones. Muestra la ansiedad por construir un país que deje en el desierto, en la intemperie a millones, para maximizar las ganancias de unos pocos, también su supuesta respetabilidad.
Como Loperfido, el ministro de Educación sabe bien lo que está diciendo. De nuestra parte sólo digamos, juramentémonos si hace falta, que no les va a hacer nada fácil construir un nuevo desierto.
Los maestros sabemos lo que puede una palabra.
*Javier Trímboli
HIstoriador
Equipo de Educación CTERA